En el punto exacto que corresponde al centro de la fachada sur del Palacio Real se encuentra la Sala de Alejandro, dedicada a la figura de Alejandro Magno, a quien Carlos de Borbón deseaba inspirarse.
El conquistador es celebrado en el grandioso fresco de la bóveda, obra de Mariano Rossi, titulado El matrimonio de Alejandro de Macedonia y Roxana (1787).
La Sala de Alejandro fue, entre todas, la que más reflejó las transformaciones políticas del Reino de Nápoles.
Centro de la vida privada de la Reggia a comienzos del siglo XIX —cuando se utilizaba como comedor de la familia real— fue transformada en sala del trono durante la dominación francesa.
Para la ocasión fue decorada con bajorrelieves y pinturas que exaltaban las hazañas de Joaquín Murat. Con el retorno de los Borbones, toda referencia a los Murat fue eliminada y sustituida por las obras que vemos hoy.
Los tronos de madera dorada, único testimonio del periodo napoleónico, se cuentan entre las piezas más valiosas de la colección de mobiliario de la Reggia de Caserta.