Templo de las Musas y orgullo de las reinas
Junto con el teatro y la capilla, la biblioteca es el tercer lugar distintivo de una residencia real, símbolo del grado de civilización promovido por los soberanos.
Fundada por María Carolina, esposa de Fernando IV, la Biblioteca Palatina se desarrolla en tres salas de consulta, precedidas por dos salas de lectura. Con sus más de 14.000 volúmenes de literatura, historia, filosofía, teatro, derecho y arte militar, la colección libraria de la Biblioteca Palatina reúne los ejemplos más significativos de la cultura europea y napolitana, reflejo de los gustos literarios de sus propietarios: María Carolina de Austria, Carolina Murat y Fernando II. Las dos reinas fueron las principales responsables del crecimiento de la colección a lo largo del tiempo.
La decoración neoclásica de las salas corresponde a la concepción humanística que consideraba la biblioteca como el “templo de las Musas”.
Hoy, el patrimonio librario de la Biblioteca Palatina es accesible únicamente con reserva y por comprobados motivos de estudio e investigación.
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Las estanterías y el mobiliario
La primera y la tercera sala de la Biblioteca conservan aún las estanterías originales de caoba del siglo XVIII, auténtas obras maestras capaces de conjugar funcionalidad y estética.
En la primera sala, la atmósfera neoclásica se acentúa mediante vasos de estilo etrusco, inspirados en los ejemplares aparecidos en aquellos años durante las excavaciones borbónicas de Pompeya y Herculano. El amplio mostrador situado en el centro de la sala fue colocado en tiempos de Fernando II para permitir la consulta de estampas, mapas geográficos y obras de gran formato.
La tercera sala conserva dos globos de madera pintada, uno celeste y uno terrestre, realizados en París por el geógrafo Robert de Vaugondy.
Las pinturas masónicas de Füger
Para decorar al fresco la tercera sala de la Biblioteca Palatina, la reina María Carolina llamó al pintor alemán Heinrich Friedrich Füger, en 1782. Las cuatro pinturas monumentales debían celebrar el triunfo de las artes y de las ciencias durante el reinado ilustrado de María Carolina y Fernando IV. Este tema unificador escondía un mensaje esotérico, bien evidente para la reina y para el pintor, ambos simpatizantes de la Masonería.
El fresco conocido como La escuela de Atenas es el que remite más explícitamente a la ideología masónica: bajo la apariencia de un escenario clásico podría ocultarse la representación de una ceremonia iniciática.