De templo romano a joya medieval
La Basílica benedictina de Sant’Angelo in Formis se alza a los pies del Monte Tifata, sobre los restos de un templo dedicado a Diana Tifatina. Los restos del templo pagano, descubiertos en 1877, demuestran que la planta de la basílica sigue su perímetro. La fecha de construcción de la iglesia primitiva de Sant’Angelo in Formis es desconocida, pero se sitúa a finales del siglo VI d. C. y se atribuye a los príncipes lombardos. Una iglesia existía sin duda ya en el siglo X, cuando fue concedida a los monjes de Montecassino para construir un monasterio. En 1072 la propiedad del edificio pasa de Riccardo I, príncipe de Capua y conde de Aversa, a la Abadía de Montecassino, regida en esos años por el abad Desiderio (1027-1087).
Bajo su gobierno, la Basílica de Sant’Angelo in Formis fue reconstruida y dotada de una decoración mural cuyos restos representan hoy uno de los monumentos más importantes de la Edad Media.
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El templo de Diana Tifatina
La Basílica de Sant’Angelo in Formis se alza sobre el antiguo templo de Diana Tifatina, el único en Campania dedicado a la diosa. Su culto estuvo muy difundido en el territorio, relacionado con la leyenda según la cual Ifigenia, escapada del sacrificio en Áulide, habría llegado a Italia llevando consigo el simulacro de Diana. El templo es muy antiguo: su podio se remonta al siglo IV–III a. C. y la ampliación de la estructura al 74 a. C., cuando el edificio fue dotado de un pavimento musivo y de columnas de mármol.
La decoración de la basílica
La decoración interior de la Basílica de Sant’Angelo in Formis es de enorme importancia. Su pavimento es muy antiguo y se identifica como parte del que decoraba el templo de Diana Tifatina. Otros mosaicos se han recuperado en el mismo lugar a lo largo del tiempo y hoy se conservan en el Museo Campano. Los frescos que caracterizan la decoración mural de la basílica fueron descubiertos en 1868 y hacen de este edificio uno de los monumentos más significativos de la Edad Media italiana. Dan testimonio del papel desempeñado por los centros vinculados a la Abadía de Montecassino en el territorio durante el siglo XI como lugar de mediación entre la cultura oriental y la occidental.